"Si alguno pecare por haber sido llamado a testificar, y fuere testigo que vio, o supo, y no lo denunciare, él llevara su pecado" Levítico 5.1.
Hoy en día vemos que la ley de MOISES no ha cambiado, y que el hombre la sigue utilizando para la conviencia en sociedad, pues encontramos, por ejemplo en nuestra socciedad colombiana, que la omisión de denunciar a aquel que ha cometido un delito es penalizada, pues estamos en la obligación de denunciar la comisión de cualquier delito.
Pero igualmente tenemos que lo considerado como pecado, o sea, el hecho de no denunciar a alguien que igualmente pecó, hoy lo consideramos delito, entonces claramente observamos que la ley del hombre no ha cambiado,sino la concepción que se le daba a las cosas, anteriormente se consideraba pecado porque la ley era considerada como proveniente de DIOS, que DIOS la había estatuido para la convivencia pacífica del hombre y para que su vida giraqra en torno suyo.
Con la llegada de JESUS a la tierra, con sus enseñanzas, con su sabiduría,nos dijo claramente que la ley era del hombre y en su condición de hombre debía cumplirla, pero para DIOS los mandamientos que realmente provienen de EL y que sin ellos no hay justicia del hombre que valga, son, el amarlo sobre todas las cosas y el amor que le debemos prodigar a nuestros hermanos, de ahí que no podemos considerar que una afrenta en contra de la ley creada por el hombre sea una falta contra DIOS directamente, y por ende pecado.
Por el contrario JESUS fue claro en señalarnos cuáles eran las faltas que atentan directamente en contra de DIOS, su PADRE, y ellas por muy graves que fueran no eran obstáculos para ser perdonadas por EL, por tanto, las leyes de DIOS no pueden ser juzgadas por el hombre, como cuando le fue conducida la mujer adultera para que la juzgara, y JESUS les dijo que todo aquel libre de pecado la juzgara, porque ni EL, en su condición de hombre, era digno de juzgarla, y solamente el PADRE en los cielos era el único con esa potestad de juzgar sus actos, porque nadie en la tierra tiene esa condición de juzgar nuestras afrentas.
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