domingo, 24 de abril de 2011

Bienaventurados los pobres

Cuando Nuestro Maestro empezó su ministerio y profirió el sermón del monte, empezó por las bienaventuranzas, con las cuales les quería hacer ver a su pueblo la gracia que recaía en cada uno de nosotros por aceptar el reino de los cielos.

"Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos". Mateo 5.3.

La pobreza de la cual nos habla JESÚS en su palabra nada tiene que ver con lo material, sino de aquella pobreza espiritual que debemos tener para poder ser merecedores de su reino, de su gracia, de sus bendiciones, de su misericordia, y que se obtiene cuando día tras día buscamos más de su palabra y nunca nos saciamos de ella.


Esa es la pobreza de la que nos habla el Maestro en su sermón, es aquella pobreza que nos da el desconocimiento de su palabra la cual nos permite que diariamente aprendamos cosas nuevas, que seamos como un niño que todos los días aprende de su experiencia con el mundo que los rodea, y que día tras día va enriqueciendo su conocimiento.


Igualmente JESÚS nos pide que esa pobreza espiritual la mantengamos así andemos en los caminos de DIOS, porque ello conlleva a que nunca nos sintamos ricos de su palabra, sino por el contrario diariamente enriquezcamos nuestro conocimiento acerca de sus enseñanzas, de su palabra, de su voluntad, por eso nos pide que mantengamos esa pobreza, o mejor aun, que continuemos sintiéndonos pobres espiritualmente a pesar del conocimiento que tengamos acerca de su palabra.


Y claramente nos dice que de los pobres en espíritu es el reino de los cielos, porque a él accedemos cuando andamos de su lado, cuando andamos bajo su voluntad, y ese reino del cual nos habla es su presencia en nuestras vidas y a él somos merecedores cuando a más de abrirle nuestro corazón y permitir su presencia en nuestras vidas, continuamos en su palabra.


De ahí queridos hermanos que en nosotros está el que permanezcamos firmes en los preceptos de Dios, y seamos merecedores de sus beneficios, y para ello debemos permanecer en su palabra y hacerlo como la primera vez que acudimos a ella, y nunca perdamos ese primer amor que tuvimos cuando DIOS nos abrió sus brazos y nosotros por fin decidimos acudir a EL.



0 comentarios:

Publicar un comentario